En primer lugar, es necesario comprobar que no será posible evitar la producción de residuos, por ejemplo, utilizando productos fabricados de forma diferente, prolongando la vida útil del producto o utilizando documentos informáticos.
En segundo lugar, es necesario comprobar que no es posible encontrar un nuevo uso para este producto, en el que se puedan monetizar gran parte de sus propiedades, como es el caso del uso del papel.
Finalmente, cuando no sea posible aprovechar gran parte del valor del producto, podemos intentar la tercera alternativa, es decir, aprovechar la materia prima que lo constituye, en algunos casos para fabricar productos idénticos, como por ejemplo el uso de cartuchos de tinta reciclados.